El legado de la novela gótica

En este artículo hablaremos de los títulos Melmoth el errabundo, de Charles Robert Maturin, El monje, de Matthew G. Lewis, El monje y la hija del verdugo, de Ambrose Bierce, y El Golem, de Gustav Meyrink. Estos libros están disponibles en Amazon, pero aprovecho para advertir al amable público que ya conoce mi trabajo, que en esta plataforma no se deben confundir mis ediciones bastante cuidadas, con otras que se han subido al vapor. Desgraciadamente, las malas calificaciones de dichas ediciones aparecen en mi página. Los invito a revisar detalladamente mis trabajos en la vista previa.

Pero entremos en materia: la novela gótica es sin duda uno de los géneros que más han contribuido a conformar la literatura actual de terror.

Al cine se han llevado sus escenarios oscuros, llenos de castillos y pasadizos secretos, por donde deambulan seres fantasmales, diabólicos o de alguna otra naturaleza sobrenatural, junto a los que bellas mujeres y hombres confundidos y apasionados arriesgan sus vidas y sus almas.

Indudablemente, los clásicos del género contribuirán enormemente a enriquecer la comprensión de la estética del terror en Occidente.

La colección de este tipo de novela que está disponible en Amazon incluye la versión completa para imprimir de Melmoth el errabundo, de 684 páginas, la cual es una edición muy cuidada con los epígrafes del original y con esclarecedoras notas. Por su parte, El Golem sólo está a la venta en inglés por el momento.

La novela El monje fue publicada en Inglaterra en 1796. En esta obra, el joven caballero Lorenzo de Medina ve en la iglesia de los capuchinos de Madrid a la bella e inocente Antonia, que va acompañada por su tía Leonela.

Las mujeres fueron a Madrid para hablar con Raimundo, el conde de Las Cisternas, heredero del abuelo de Antonia, el marqués de Las Cisternas, fallecido en fecha reciente. Quieren pedir a Raimundo que renueve la pensión que marqués le había dado a Elvira, la madre de Antonia. Elvira era hija de un zapatero que se había casado con el hijo del marqués, quien murió. El marqués pensionó a la viuda pero con la condición de que no volvieran a buscarlo ni ella ni su hija Antonia, producto de un amor que él no aprobó. Lorenzo les promete a las mujeres que él hablará con Raimundo, a quien conoce, para ponerlo a su favor.

El monje que protagoniza la novela es un hombre de treinta años llamado Ambrosio. Es el prior del monasterio y se le considera un hombre santo y muy culto, por eso, para oírlo, ese día la gente ha llenado la iglesia. Él fue abandonado de niño ante la puerta de la abadía de la orden de los capuchinos y se dedicó a vencer los apetitos de la carne mortificándola y estando en el encierro del ermitaño, del que salió para dar sermones. Antonia queda fascinada ante el sermón de Ambrosio. Ese mismo día un hombre extraño, que ve Lorenzo, deja una carta junto a una estatua para la joven monja Inés, hermana de Lorenzo, que va ahí con su superiora y hermanas del convento de Santa Clara, que está junto a la abadía de los capuchinos, para confesarse con Ambrosio. Ella recoge la carta, en que se revela que está embarazada y piensa fugarse con su amante, que es Raimundo, el hombre misterioso, a quien Lorenzo descubrió depositando la carta, luego de despertar de un sueño en que se veía casándose con Antonia. Ya ante Ambrosio, Inés deja caer la carta y él descubre su secreto y la denuncia ante su superiora, que asegura que será muy severa con la joven.

Cuando Leonela y Antonia vuelven a la casa en que se hospedan, encuentran a una gitana, quien les lee las manos. En versos, a Leonela le dice que, dada su edad: 51 años, ya no piense en amoríos con el joven don Cristóbal, conde de Osorio y amigo de Lorenzo, pues sus amigos “la tachan de loca”, y a Antonia le advierte que pronto morirá y que no confíe en nadie que parezca de aspecto amable. Y enfatiza: “¡Las obras buenas ocultan a menudo / Corazones repletos de lujuria y orgullo!”…

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La novela Melmoth, el errabundo fue publicada en Londres, Inglaterra, en 1820, y es considerada la obra que cierra el ciclo de la novela gótica.

Esta obra hace una referencia a El monje, novela gótica publicada apenas 24 años atrás, al mencionar al inicio al personaje de Raimundo y al fantasma de la monja Beatriz. El relato comienza hablando del joven estudiante John Melmoth, quien debe recurrir a la ayuda de su rico tío tras la muerte de su padre. Dicho tío fallece, pero tuvo tiempo de nombrarlo a él el heredero único, pero deja anotado al margen en su testamento que destruya un retrato con la inscripción J. Melmoth, 1646, que cuelga de su cuarto, y un manuscrito.

Poco a poco se nos irá revelando la historia del Errabundo, quien nos recuerda al Fausto de Goethe, pues ambos personajes venden su alma “al enemigo del hombre”, como llama el autor al Diablo en su sermón que inspiró la novela (C. R. Maturin era un predicador protestante irlandés). A cambio, Melmoth extenderá mucho su vida.

En uno de los primeros episodios de la novela, nos enteramos de que el español Moncada, que viaja a Irlanda, se salva de un naufragio pero a la vez salva a John, que acudió a ver el accidente del mercante inglés en que viajaba Moncada y cae de una roca hacia el mar. Pero al español le aterra oír la palabra Melmoth. Le pregunta a John si tuvo un pariente que estuvo en España 140 años atrás y refiere parte de la historia del siniestro personaje.

Melmoth el Errabundo consigue el amor de la jovencita Immalee, a quien se describe como una inocente y desamparada criatura, y a quien el mismo Melmoth, al reencontrarla, llama “inmaculada neófita, hermosa cristiana”. Inicialmente ella aparece como “la única y hermosa habitante” de una isla de la India a quien adoran como a una diosa los habitantes de las regiones cercanas. Este personaje femenino no aparece sino hasta avanzada la mitad de la novela y cuando Melmoth la ve ahí por primera vez, se nos dice que es “la primera víctima a la que miraba con cierto escrúpulo” y le habla del mundo civilizado del que él proviene. Al decir ella que ojalá pudiera vivir ahí y que haría felices a todos, él se refiere a su mundo como uno en que “los males que soportan [los seres humanos] son en muchos casos de tal naturaleza que ni tú ni ningún poder humano podría aliviarlos”. En la escena en que ella ve cómo unos pájaros piquituertos pueden comer pese a que su polluelo ha muerto y reflexiona acerca de que ella no podría hacerlo si falleciera un hijo suyo, se nos adelanta lo que sufrirá por su hija muerta, cuyo padre será Melmoth. Ante la escena, ella se dice: “¡Ah!, vosotros no podéis llorar; ¡ésa es la ventaja que tengo sobre vosotros! Coméis, aunque vuestro pequeñuelo haya muerto; pero ¿podría yo beber la leche del coco si él no pudiese volver a probarla?”

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La obra El monje y la hija del verdugo fue publicada en 1892 y compite con la novela Melmoth, el errabundo, por el calificativo de ser la última novela gótica.

La historia está narrada en primera persona y comienza en el año 1680. El monje franciscano Ambrosio, de veintiún años, y dos de sus hermanos religiosos son enviados al Monasterio de Berchtesgaden, en los alrededores de Salzburgo. El sitio es montañoso y muy salvaje y se cuenta que en los lugares más agrestes moran espíritus malvados.

Una de las primeras cosas que les causa asombro es ver a una bella joven espantando a las aves de carroña que acechan al cuerpo de un hombre colgado en el patíbulo. Se trata de Benedicta, la hija del verdugo, quien no conoce al ahorcado, pero siempre se dedica a evitar que las aves destrocen a los que son colgados ahí. El monje considera que actúa así por ser una buena cristiana, pero ella es despreciada por los habitantes del lugar y, junto con su padre, deben vivir aislados por el lúgubre aunque necesario oficio que éste ejerce. Más adelante nos enteramos por Benedicta de que el señor odia su trabajo y que incluso ha pensado en suicidarse por pertenecer a una estirpe de verdugos y verse presionado socialmente a seguir en ese oficio en el Monte de los Ahorcados.

Ambrosio cree que Dios y el santo de la orden a la que pertenece, el mismo San Francisco, le han enviado ahí para que se ocupe de la joven, pero termina interesándose de otro modo en ella. Ve con malos ojos el que Roque, el apuesto y fornido hijo del poderoso administrador de las minas de sal de la región, se haya fijado en Benedicta y trata de alejarlo de ella, pero la jovencita se muestra muy atraída por Roque, a quien asedian las aldeanas del lugar principalmente la hermosa Amelia, quien lo ama apasionadamente.

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El Golem, del austríaco Gustav Meyrink, fue publicada en 1915 y se basa en la leyenda judía un ser creado por un cabalista.

Meyrink construye una de esas novelas que nos hacen ver la realidad con el terror con que vemos en nuestros sueños las deformaciones de cuanto parecía seguro, dictaminado y etiquetado por los sabios. En esta obra la anécdota no es más que un pretexto para que el autor nos muestre a la humanidad como un conglomerado de seres caprichosos y voluntariosos.

Se pierde la moral cuando lo que importa es encontrar, a costa de lo que sea, un sentido a la vida, que en pocos casos es el deseo de superarse a uno mismo.

El Golem, ese mítico ser de la cultura judía, es una representación burda de cuanto de bestial esconde el alma del animal llamado hombre.

Jorge Luis Borges opinaba sobre esta obra lo siguiente: «Todo en este libro es extraño, hasta los monosílabos del índice: Prag, Punsch, Nacht, Spuk, Licht. Como en el caso de Lewis Carroll, la ficción está hecha de sueños que encierran otros sueños». A fin de cuentas, una obra que sugiere más que explica.

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