¿Quién recuerda Insomnia?
Sin duda alguna, la frase “En el amor y en la guerra todo se vale” es perfectamente aplicable a la publicidad, pues ¿qué es esta sino una guerra de marcas, en que los fines justifican los medios?, o al menos así se cree.
Desde comerciales con elementos escatológicos emitidos a la hora en que la familia se reúne ante la mesa a degustar sus alimentos, o bien, en el sofá para disfrutar de un rato de descanso y distracción de las ocupaciones diarias, hasta anuncios de artículos para adultos a la hora de las caricaturas para niños (esto no es tautológico ni un epíteto, pues recordemos que ya hay caricaturas para adultos), los anuncios invaden nuestra vida, la alteran y queda muy en entredicho la privacidad, sobre todo ahora que ya no se estila anteceder con una advertencia aquellos mensajes que pueden perturbarnos o parecernos de lo más inoportunos.
Pero, junto a la molestia que puedan causarnos los anuncios “incorrectos”, inoportunos o agresivos, un hecho patente en cualquier hogar es que ¡nos encanta que nos sacudan con ellos!
A los relatos alrededor de las velas que, en otras generaciones, solían producirnos gran placer estético y emocional, los han reemplazado en buena medida los comerciales emitidos por televisión u otros medios, al grado de que alcanzó un alto grado de popularidad la serie Insomnia, transmitida muy noche (lo que obligaba a los niños a desvelarse, jajaja, o jejeje, jijiji), que rescataba anuncios publicitarios de todo el mundo con una patente marca de genialidad en su inicio, desarrollo o desenlace, y ¿qué delicia es comparable con los finales sorpresivos de los mensajes con que nos inunda la mercadotecnia?
Así que, queridos lectores, estamos invitados al banquete que estas mini historias fantásticas con ánimo de vendernos algo nos suelen regalar. Pero aquí cabe preguntarnos: ¿no lograrán a veces el objetivo contrario: alejarnos de ciertas marcas, productos y servicios? La pregunta queda en el aire.