Hace más de cien años en un pueblo de Sonora, hoy en día abandonado, ocurrieron algunos sucesos terroríficos que hicieron a la gente renunciar al lugar que los vio nacer.
Un día, mientras algunos devotos escuchaban misa nocturna, un gran ruido los hizo salir despavoridos del recinto. Vieron que del cielo se aproximaba a gran velocidad una bola de fuego que lanzaba chispas.
La pelota de fuego se dirigía a un prado del templo y cuando pasó cerca de ahí, ante la vista de todos, se evaporó. Después de tres horas volvió a aparecer cerca de la Iglesia, y reapareció otras dos o tres veces durante aquel día. La gente estaba consternada por el hecho y llegó a pensar que se trataba de una bruja maléfica.
A partir de entonces, las personas del pueblo comenzaron a colocar en forma de cruz ciertas hierbas en sus ventanas y puertas, para evitar que la supuesta bruja entrara a sus casas. Dicen que cada noche, cuando la oscuridad era bastante espesa, la bola de fuego atravesaba el pueblo en búsqueda de alimento.
Se creía que la bruja comía niños pequeños; algunos bebés comenzaron a presentar unos extraños moretones en su cuerpecito y se pensó que eran la prueba de que los había chupado la bruja. Algunos aseguran que ocurrieron varios decesos infantiles y esto se puede comprobar con el testimonio de una mujer llamada Isabel, quien era madre de un par de gemelos.
Cuenta la mujer que una ocasión sus perros ladraban de manera no común, como si estuviesen viendo a algún espectro. Sin embargo, no le dio mucha importancia a ese suceso. A la mañana siguiente notó que uno de sus gemelos tenía un moretón en un bracito. Pensó que a lo mejor se había peleado con su hermano, así que tampoco le concedió demasiada importancia. No obstante, al siguiente día el moretón del niño estaba más grande, lo que se le hizo bastante extraño.
Día a día el pequeño mostraba más moretones en su cuerpo. La mujer, intrigada, no sabía qué pensar o hacer, por lo que una noche decidió quedarse en vela frente a las camas de sus gemelos para ver qué sucedía, pero a eso de la medianoche Isabel se quedó dormida en un sillón. De repente escuchó que uno de sus hijos comenzaba a llorar. Cuando abrió los ojos, lanzó un grito de terror que se escuchó en todo el vecindario.
La angustiada mujer había visto que una anciana estaba inclinada sobre uno de sus hijos y parecía estarle succionando la sangre. La bruja, al oír el grito, huyó por la ventana. De inmediato Isabel corrió hacia las camas de sus hijitos y notó que uno de ellos no se movía. Estaba muerto. Tenía distintas heridas en su cuerpecito, por las que la anciana le había extraído toda la sangre. Desde entonces la gente comenzó a sentir pavor de dejar a sus pequeños dormir solos.
La bruja constantemente visitaba las casas donde había niños, y todo el pueblo se sintió bastante perturbado. Tanto, que comenzaron a abandonar sus casas para no volver jamás.
La leyenda cuenta que en ese pueblo fantasma todavía se ven por las noches extrañas bolas de fuego.