El decálogo del perfecto cuentista y mi carta a un joven escritor mexicano

Saber escribir es saber ser

Les comparto la respuesta que le envié a mi joven contacto de Linkedin Alex E. Confieso que, hallándome pobre de recursos para explicar cómo se forma un escritor, me sinceré al respecto y no encontré mejor manera de ayudarle en su deseo de mejorar en el oficio de escribir que compartirle algo de Horacio Quiroga y de Rainer Maria Rilke. Espero que sea de provecho igualmente para otros jóvenes ansiosos por entrar al mundo fantástico, aunque a veces tormentoso, de las letras.

Hola de nuevo, estimado Alex E. Después de pensar en el tema, quiero insistir en que veo muy difícil poder enseñar a otros el oficio de escritor, por eso no creo en los talleres literarios; sin embargo, ha habido grandes escritores que nos han dejado algo al respecto. Te comparto el “Decálogo del perfecto cuentista”, de Horacio Quiroga, que tal vez ya conozcas, y unas palabras de Rilke acerca de la labor del poeta. Por mi parte, puedo decirte que se trata ante todo de escribir cuando intuyes muy dentro de ti que tienes algo que contar y que nadie más podría decirlo como tú. En cuanto a poesía, hay que decirle adiós a los ripios y a las frases gastadas, al igual que al lenguaje común. La literatura se trata de decir de modo distinto los viejos temas del amor y de la muerte, que son los centrales de todo el arte.

Un saludo cordial y espero haberte ayudado en algo.

I. Cree en un maestro —Poe, Maupassant, Kipling, Chejov— como en Dios mismo.

II. Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.

III. Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia.

IV. Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.

V. No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.

VI. Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: «Desde el río soplaba el viento frío», no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.

VII. No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.

VIII. Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.

IX. No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino.

X. No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.

Fragmento de las cartas de Rilke a un joven poeta:

Si su diario vivir le parece pobre, no le culpe a él. Acúsese usted mismo de no ser lo bastante poeta para lograr descubrir y atraerse sus riquezas. Pues para un espíritu creador no hay pobreza. Ni hay tampoco lugar alguno, que le parezca pobre o le sea indiferente. Y aun cuando usted se hallara en una cárcel, cuyas paredes no dejasen trascender hasta usted ninguno de los ruidos del mundo, ¿no le quedaría todavía su infancia, esa riqueza preciosa y regia, ese cámara de los tesoros del recuerdo?

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