El yo más cierto
No me atrevo a dejar
Solitario este lugar.
Sin conciencia desaparecerían
Las incontables habitaciones de mi cuarto.
No me decido a entregarle mi intelecto
Al espectáculo nocturno citadino,
A los caminos sin destino
De las oscuras alamedas.
Para mi poesía
Acaso baste esto mismo:
Paredes y muebles
Que han cobrado animismo.
No me atrevo a mirar
La cara de otro ser viviente.
Sin ausencias,
Yo no podría estar presente.
Cascada terciopelo
Desatas la cascada terciopelo
En noche claraluna madreselva,
Derramas en el cuerpo aroma, incienso y
Desatas en mí encanto de llanura.
Cansino, paso a paso, lento lento,
Busco de tu tacto la ternura.
Te ves en el altar, casi un espejo,
Tú sola, tú prohibida, tú madura.
Detienes la llamada de mi fragua
Con un rostro casi niño, muy sereno,
Das un giro, ya la espalda,
Y te pierdes en la ruta de tu sueño.
Buenas memorias
No acumules demasiada tristeza sin verme antes
El zócalo de tu voz
Reúne a los pájaros del viento
Que son recuerdos honrosos
Haces crecer los árboles del horizonte
Y en tus blancos muslos
Descansan las estatuas de los héroes.
Elevas las crestas de los mares
Y aceleras el ritmo de las ciudades tardías
Pero acumulas silencios que hunden los colmillos en tus sienes
Conozco a esas bestias incorpóreas y mudas
Que reptan dejando un rastro nauseabundo.
No acumules sanguijuelas en tu pecho
Ni en tu cabellera
Que se quieren tuyas
No imites a los posesos de las hordas diabólicas.
Siéntate en tu jardín
Que yo pasaré raudo y a oscuras
Domina a los elementos para facilitar mi camino y mi estadía.
Cuando me vaya
Tras besar por último tu garganta
Las bestias habrán sido descabezadas
Y tendrás otros cinco años de buenas memorias.
Te aprendo paso a paso
Tu sutil inteligencia veraz me fulmina
Te aprendo paso a paso
Paso a paso de la vida
Tus ojos como ascuas en el cielo
Tus piernas como ríos de leche
Tu vientre como selva piadosa en que desciendo
Tus manos en que andarme puedo
Llegarme puedo
Terminar pretendo.
Tú toda me provocas vida
Reverdeces visiones
Enrojeces venas oscurecidas.
Te busco paso a paso de la noche
Cara tras cara de las constelaciones
Me detengo en el nido donde yaces
Me sumerjo en tu impiedad calurosa
En tu indiferencia amante
En tus palabras que me ofenden
Y me destinan a ti.
El rostro de la noche sabe a las flores de miel de los ancestros
Las calles sollozantes son más largas e indecisas
El viento tiene miedo de que no resurjan las ventanas familiares
Que dan cohesión a la existencia.
Y en ese vagabundo valle fugitivo
Donde alguien planeó nuestros hogares
Te desvelo con aromas de suicida
Te rearmo con hálitos de primavera
Te enciendo con la canícula del verano
Me entremeto en tus carnes con la escarcha del invierno.
Sólo tú me provocas vida
Sólo tú has visto al niño que llora en mis esquinas.
Savia cara, roja, negra y fugitiva
Escasa y solitaria
Se desliza a desgana por mis túneles
La vida se hace lenta
Las horas eternizan depresiones
Y sólo tú me provocas vida con la canícula de abril.
Pero hace frío cuanto tiende
Su capucha rota la noche enloquecida
Recibiendo luz del eterno en chispazos y asfixiando a los hombres del
ocaso
Que crepitan cuando el sol se esconde
A los hombres que abandonan sus madrigueras
En pos del alba de tus ojos claros.
Mujer del tiempo
Eras la mujer del tiempo
La mujer del tiempo
La que lo creaba y recreaba todo.
Tenías múltiples nombres
Uno para cada día de la semana
Uno para cada estación y año.
De todos los seres
Visibles e invisibles
Tú eras quien avivaba mis huesos
Quien daba vida a todos los sistemas
Del cuerpo
Del agua y de la tierra.
Tú, mujer de los cultivos,
Conmovías a las olas
Cementerios
A las auras y serpientes
Monasterios
A los puentes sobre urbes solitarias
A pirámides y templos.
Tú has permanecido
Siempre colosal
Tú, mujer del tiempo,
Me envolvías con tus pétalos y plumas.
Eras la mujer del tiempo
La mujer que un día en silencio
Me otorgó mi nombre
Quien me dijo lo que mis padres no supieron
Y así fuiste la mujer que dio sentido a lo disperso.
¿Y el mar cuándo…?
¿Y el mar cuándo estallará
Y engullirá las ciudades que lo cercan
Después de las batallas perdidas por ganarte una mirada?
¿Y cuándo se derrumbarán los reinos
Si has girado el rostro al descubrirme?
¿No dirás nada?
¿Besarás mi faz y me entregarás a la tortura?
No, eso lo hacen sólo quienes han amado y se arrepienten de entregar a la
muerte al amado.
Tú sólo te irás indiferente
Olvidando mi nombre,
Mi rostro, mi mirada.
¿Enojada?
Me avergüenza mi edad bajo tu ceño
¿Por qué lloras y me miras?
Y no lloras como una niña en la inocencia
Sino con la rabia de la mujer culta
A quien le acalora la actitud indiferente
Como un golpe en la mejilla.
Provienes de un pueblo seco cuyo nombre se ha perdido
Tus pies finos y desnudos
Se han acostumbrado al suelo.
Tus manos finas y pequeñas
Se recuestan abrazando mis poemas
Sobre tus muslos delgados y lechosos.
Las gaviotas abandonan sus nidos
Y se dejan llevar
Por este viento de almas que braman.
Nos miramos, mantenemos la distancia.
¿Por qué me buscas?
¿Por mis letras?
Sé que ni siquiera has abierto mi poemario.
Siempre te sientas alejada
Pones tus fardos de por medio
¿Por qué me ofende tu distancia?
Jamás vi que sollozaras
Decías tener líos
Mas nunca hablas de ello.
Te he visto alegre
Y hoy te vi la ira
Pero una ira
Disipándose en la dorada tristeza de tus ojos.
Sé que no volveré a buscarte
Al menos no en los próximos años,
Pero tú te quedas apaciguada con la idea banal
De que las personas se ven a cada rato.
Yo no.
¡Y para qué demonios!
Incógnitas de arena
Y cuando muera,
¿Todas estas incógnitas de arena
Se harán un signo fatigado
Que recorra sin raíz y sin razón el universo?
¿Una conciencia casi nada
Que se vuelve?
¿Una agonía calcinada
Que no muere?
Dios lo sabe
Y en su eterna indiferencia
Tuerce el cuello cual la hiena.
(El Sol se estremece
En mi copa de arena.)