Ouija

La ouija, sí, sí, ¿abre puertas interdimensionales?

Cuando se habla de la ouija muchas personas se persignan y evaden el tema a como dé lugar, como si el solo nombre de este juego les atrajera la mala suerte o les encimara un muerto. Lo curioso es que muchos de los que sienten tanto miedo ni siquiera han visto una ni saben exactamente cómo se juega.

Sólo se trata de poner las manos encima de un pedazo triangular de madera o plástico, el cual se desplaza sobre un tablero, a veces lentamente, a veces con una velocidad que aterra, pero lo que más causa temor es el tipo de energía que mueve la pieza que sirve de puntero: no se parece nada a la fuerza mecánica que habitualmente usamos para mover objetos. Aquí basta con un mínimo contacto de la yema de un dedo con el triángulo para que éste se desplace. Pero debemos decir que no todo mundo consigue jugarla, de ahí que haya tantos escépticos. ¿Usted se atrevería?

En el tablero aparecen tanto el alfabeto como los números del 0 al 9, además de los signos del zodiaco, el Sol, la Luna, y las palabras “Hola”, “Adiós”, “Sí” y “No”. Se pone la pieza triangular en el punto de salida, en el centro de la parte inferior, y se pregunta a la entidad que se halle presente en la habitación si se le da la gana jugar. Aquí empieza lo interesante. Rara vez se negará. Lo común es que la pieza se desplace hacia el “Sí” con esa rara fuerza que podríamos calificar de magnética.

Los jugadores hacen preguntas y el puntero generalmente se mueve deletreando las respuestas y yendo hacia los números y demás signos. La diversión fuerte empieza cuando los señalamientos que hace el puntero arman un discurso coherente, como si realmente algún espíritu deseara comunicar sus secreteos.

Los orígenes de la ouija se remontan a finales de 1800, cuando las tres hermanas canadienses de apellido Fox, consideradas como madres del espiritismo, comenzaron a practicar un juego al que llamaron “Señor pata de cabra, haz lo que yo haga”, que consistía en dar golpes sobre una mesa, los cuales, según se cuenta, eran inexplicablemente respondidos, aunque finalmente se descubrió que ellas mismas producían esos golpes.

Ya Pitágoras, en el año 540 a.C., usaba un artefacto parecido cuando se reunía en “círculos” en los que “una tabla mística que se movía con ruedas” hacía signos que el filósofo y uno de sus estudiantes interpretaban a la audiencia como revelaciones del mundo invisible.

En China, antes del nacimiento de Confucio (551-479 a.C.), usaban algo semejante, lo que parecía ser una forma no peligrosa de comunicarse con los muertos.

En 1853, en Francia, el “espiritista” M. Planchette diseñó una ouija similar a la que actualmente es popular. Elijah J. Bond le hizo variaciones en los Estados Unidos y se atribuyó su invención, poniendo como titulares a William H. A. Maupin y Charles W. Kennard. Más adelante, William Fuld compró los derechos y un año después la patentó. Finalmente, desde 1966, Parker Brothers es el que la produce.

En el estuche de este juego es común encontrar una etiqueta en la cual se afirma que los jugadores buscan su “yo” subconsciente para obtener respuestas y que detrás de éstas no se esconde ningún tipo de truco o fraude, sino una gran realidad, como lo es el fenómeno telepático.

Hay dos versiones del nombre ouija.  Charles W. Kennard afirmaba que su origen estaba en una antigua palabra egipcia que se refería a la mala suerte. Otros afirman que ouija proviene del francés oui, “sí”, y del alemán ja, que tiene el mismo sentido. Así, se cree que este juego se ha llamado “Sísí” por el hecho de que rara vez niega al jugador la oportunidad de practicarlo. La ouija al parecer pone en acción energías que el ser humano es capaz de producir de una forma hasta cierto punto inconsciente y no hay razones para afirmar que en él intervengan seres demoniacos, espíritus u otro tipo de entidades extraterrenas. De acuerdo con las experiencias que he tenido al jugarla solo o con otras personas, al parecer se trata de desdoblamientos de la personalidad, pues la supuesta entidad con la que se juega tiene un temperamento muy definido y en franco contraste con el que muestra habitualmente el practicante. Así que la invitación a jugarla está abierta. Sólo se requiere amplio criterio y muchas ganas de divertirse. Y ni siquiera se necesita mucho dinero, ya que se puede hacer en una hoja de papel y usar como puntero una tapa de plástico con una marca que señale los signos anotados sobre la hoja, la cual debe estar fijada a una superficie por medio de cinta adhesiva, para evitar que se mueva con los desplazamiento de la tapa.

Pero, ¿por qué no?, dejemos la puerta abierta a otras posibilidades. Mucho de lo que acontece en el universo es invisible para nosotros, hasta que nos hallamos en el lugar y el momento precisos para captarlo. Para su disfrute, he reunido muchas historias sorprendentes en el volumen titulado Historias reales de espantos y aparecidos. Fantasmas, demonios y otros fenómenos inexplicables.

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