El estudiante John Melmoth deberá recurrir a la ayuda de su rico tío tras la muerte de su padre. Dicho tío fallece y antes lo nombró heredero único, pero deja anotado al margen en su testamento que destruya un retrato con la inscripción J. Melmoth, 1646, que cuelga de su cuarto, y un manuscrito.
Poco a poco se nos irá revelando la historia del Errabundo, quien nos recuerda al Fausto de Goethe, pues ambos personajes venden su alma “al enemigo del hombre”, como llama el autor al Diablo en su sermón que inspiró la novela (C. R. Maturin era un predicador protestante irlandés). A cambio, Melmoth extenderá mucho su vida.