Mitos y leyendas indígenas de México, antología de los mejores relatos

Disponible en Amazon en versión electrónica y para imprimir.

Una leyenda de Michoacán

En esta obra se reúnen los más interesantes relatos de las principales culturas nativas de México, en los cuales el autor ha puesto mucho esmero para que el lenguaje resulte ameno y moderno.

En algunos de estos mitos y leyendas resalta el humorismo y en varios de ellos el amor es el tema central. Esta selección nos da una amplia visión del mundo de los antiguos mexicanos y nos trae rumores de tiempos idos con los que, sin embargo, todavía podemos identificarnos, pues las preocupaciones, temores, angustias y alegrías del ser humano cambian muy poco con el paso del tiempo.

Entre los pueblos nativos de México aquí presentes se hallan los purépechas, yaquis, huastecos, olmecas, toltecas, tlaxcaltecas, mayas, aztecas, tarahumaras, huicholes y muchos más; algunos aún subsisten y otros ya han desaparecido por las vicisitudes del tiempo. Este libro incluye bellas ilustraciones y una breve ficha explicativa de cada cultura para poner en contexto cada relato.

Les comparto la primera ficha y la leyenda correspondiente.

Ficha 1: Los purépechas, los más temibles enemigos de los aztecas

¿Sabías que los purépechas fueron llamados tarascos (yernos) por error?

Hay varias hipótesis acerca de cómo es que se eligió el nombre de tarascos para denominar a los purépechas. Es muy posible que se lo hayan impuesto los españoles debido a que se cuenta que un gobernante purépecha les ofreció a sus hijas en matrimonio y les dijo que así ellos se convertirían en sus yernos, que es el significado de la palabra “tarascos”. Por tanto, los conquistadores creyeron que así se llamaban los nativos de lo que hoy es Michoacán.

Esta cultura tiene sus antecedentes entre los chichimecas y nahuas, así como en un grupo denominado pretarasco, todos los cuales poblaron los alrededores del Lago de Pátzcuaro, en el actual estado de Michoacán, durante la época prehispánica, unos tres siglos antes del esplendor azteca, y llegaron a dominar un territorio que abarca los actuales estados de Guanajuato, Jalisco y Colima. Junto con los matlatzincas, los purépechas fueron una pieza clave para debilitar a sus tiranos los mexicas poco antes de la llegada de los españoles, es decir, durante el siglo XV. Y es de resaltar que jamás pudieron ser sometidos por el señorío azteca, en buena medida porque los protegía el río Lerma por el norte y por el este.

Leyenda purépecha del lago de Zirahuén

Lago de Zirahuén. Imagen de chukpicazo en Pixabay, https://pixabay.com/es/photos/lago-zirahu%c3%a9n-michoac%c3%a1n-m%c3%a9xico-3705660/.

Ésta es una historia de amor protagonizada por una hermosa princesa, hija de un poderoso cacique purépecha de la región en que hoy se ubica el municipio de Salvador Escalante, Michoacán. Ella sabía muy bien que sólo podía ser la mujer de un gran guerrero, digno yerno de un hombre poderoso como lo era su padre. Pero quiso el destino que su corazón se inclinara hacia el jefe de los ejércitos de una nación enemiga. En cuanto lo vio, supo que no podría jamás separarse de él, y su ilusionado corazón fue correspondido. Pero en cuanto el padre de ella supo lo que sucedía, mandó llamar al valiente e insolente guerrero y le dijo que para que pudiera entregarle a su hija, debía vencer a los señores de los pueblos enemigos.

El guerrero no titubeó un instante y respondió que en nombre de su amor y en honor a su futuro suegro, combatiría contra quien fuera. Así lo hizo y con mano fiera derrotó a cuantos caciques habían atacado o amenazado la región del padre de su amada. Tras ello, volvió al lado de ella con la esperanza de poder hacerla su esposa, pero el cacique se irguió desafiante entre la pareja de enamorados y le dijo al guerrero que le faltaba vencer a uno de los más importantes señores de la región: ¡A él mismo! El joven apretó los puños, dio un paso atrás y se preparó para el combate asegurando que, entonces, lo vencería a él también, pero ahora la joven se interpuso entre ambos y les suplicó que se detuvieran, pues sin importar quien ganara la pelea, ella sería la gran perdedora y su vida se volvería muy infeliz. Con lágrimas en los ojos les pidió que comprendieran que no podría casarse con el asesino de su padre, y que tampoco quería perder a su amado a manos de éste.

Ante esas palabras, el guerrero desistió de pelear, con lo que renunciaba también a su amada. Al traspasar la puerta de la casa señorial para marcharse para siempre, el cacique lanzó una carcajada, pues había resultado vencedor sin haber hecho el menor esfuerzo. Ya aparecería un hombre mejor para su hija, y de su mismo pueblo. Pero tan ocupado estaba pensando en su victoria, que no se dio cuenta de que su hija yacía en el suelo, desmayada por el tremendo conflicto de sentimientos y emociones que se había desatado dentro de ella. Se sentía con fiebre y al recuperar un poco la conciencia creyó que una negra y húmeda telaraña se enredaba en su pelo, como una red de la muerte.

Y ¿si intentaba hacer que él volviera y trataban de arreglar las cosas? Al retumbar esta pregunta en su cabeza, se puso de pie y empezó a correr hacia la cima de un promontorio, desde donde atisbó a la lejanía para ver a su amado. Si aún estaba al alcance de su voz, le pediría que regresara, pero no lo vio por ningún lado y entonces se puso a llorar.

Lo hizo tanto durante días que se formó un pozo a sus pies. Finalmente, cayó muerta de dolor y el agua se desbordó e inundó al pueblo. Los habitantes tuvieron que mudarse y en donde antes vivieran hoy está el lago de Zirahuén, en que, se dice, algunos hombres han muerto ahogados porque la bella princesa purépecha los ha confundido con su amado y se los ha llevado al fondo del agua para tratar de forjar el hogar con el que había soñado.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *